Por Renée Zamora Díaz/Psicoterapeuta Humanista.
El duelo implica un proceso que se podría definir como un conjunto de cambios
psicológicos y psicosociales, fundamentalmente emocionales, por los que se
elabora la pérdida. La elaboración en ese proceso implica un trabajo psicológico
activo por parte de quien lo experimenta, esto supone un cambio de las reacciones
emocionales hacia lo perdido, la reorientación de la actividad mental-social y la
recomposición del mundo interno y externo.
Enfrentar cualquier duelo es una de las experiencias más profundas y desafiantes
que podemos enfrentar en la vida. Es un tiempo marcado por un profundo dolor,
un sentido de pérdida y, a menudo, una búsqueda de significado. La actitud que
tomamos frente a nuestras pérdidas puede marcar la diferencia en nuestra
sanidad. resaltando la importancia de la aceptación, la expresión emocional, la
adaptación, la reubicación emocional, el crecimiento personal, la actitud positiva y
la solidaridad como pilares para una elaboración positiva de las pérdidas que
podamos enfrentar a lo largo de nuestra vida. Desprenderse de algo o de alguien
que amamos intensamente, genera en nosotros cierto “duelo” por lo perdido.
Ese duelo es algo progresivo que atraviesa varias etapas. La primera podemos
pensarla como un momento de IMPACTO. Es cuando lo que estaba ya no está
más; pero ese estado es tan fuerte que luego hay otro momento que funciona
como al resguardo del dolor, CONSERVANDO LA ILUSIÓN DEL OBJETO
PERDIDO.
Para no entrar directamente en un dolor insostenible, nuestras emociones se
resguardan y aparecen allí conductas como: conectarse con un perfume que me
recuerda a… o miro las fotos de… o hablo todo el tiempo de un trabajo del que me
despidieron…o espero ese mensaje, o ese llamado, y estoy pendiente del teléfono
aun cuando ese llamado nunca va a venir. Son mecanismos defensivos que,
ilusoriamente, me permiten conservar, aunque sea en la fantasía, a ese objeto
(persona o circunstancia) que ya no está más. Luego y de a poco todas estas
creencias dan lugar a LA VIVENCIA DE LA PÉRDIDA y recién ahí nos
encontramos disponibles para otras tareas y otros vínculos u otros proyectos.
Así se construye toda nuestra historia, cerrando etapas para abrir otras nuevas.
No es un movimiento lineal sino en espiral, con riesgos, pérdidas, ganancias,
evoluciones, regresiones y aprendizaje.